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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Echar a una mujer del lecho. Hablando con Galeano (I)

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-En tiempos de Pericles, Aspasia fue la mujer más famosa de Atenas. Sus enemigos no le perdonaban que fuera mujer y extranjera, y por agregarle defectos le atribuían un pasado inconfesable y decían que la escuela de retórica, que ella dirigía, era un criadero de jovencitas fáciles. Ellos la acusaron de despreciar a los dioses, ofensa que podía ser pagada con la muerte. Ante un tribunal de mil quinientos hombres, Pericles la defendió. Aspasia fue absuelta, aunque en su discurso de tres horas Pericles olvidó decir que ella no despreciaba a los dioses pero creía que los dioses nos desprecian y arruinan nuestras efímeras felicidades humaas. Por entonces, Pericles ya había echado a su esposa de su lecho y de su casa y vivía con Aspasia. Y por defender los derechos del hijo que con ella tuvo, había violado una ley que él mismo había dictado. Por escuchar a Aspasia, Sócrates interrumpía sus clases. Anaxágoras citaba sus opiniones. "¿Qué arte o poder tenía esta mujer para dominar a

La gitana y el loco

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Me dedicaba unos versos que nos representaban como a la gitana y el loco, donde uno creaba silencio y el otro escuchaba el silencio con atención. (Gracias Patti, gracias Robert)

Adiós, corderas.

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A la funcionaria  -sin nombre, sin número- que habita la Administración de la Facultad de Derecho. Su cuerpo habita el cubículo, pero sus manos están en esas playas. Qué dulce el crepitar de los mortales quemándose en largas colas que agonizan, y qué amarga la bilis que provoca el bizcocho y el café helado, descansando en la mesita. Y mira como rumian esos cuerpos celestes. Un sello aquí, un click allá. Y vuelva usted mañana, que le falta el expediente, la copia de la copia, el beso en la mejilla, el abrazo que no cala. La causa parece archivada, pero el ordenador me da error. No. Usted no está en el historial. Usted no existe para el programa. ¿Derecho Laboral, dice? Aquí no sale nada. No sé, no contesto. ¿Qué deseas, qué quieres de mi, qué puedo hacer para librarme de esta condena, de la oposición que abrió mi cabeza como mar Rojo y chutó para marcar gol en lejana portería con mis neuronas como balón? Soy vizca. Pero mírame a los ojos. Mírame aquí, como maruja ergu