Oh capitán, mi capitán.



- ¡P! Un seis con ocho.
Me entregó el examen y volví a mi sitio tratando de pasar desapercibida. El flequillo sobre la cara, el paso corto, apresurado.  Fue imposible. Escuché el murmullo de "P, un seis con ocho". Luego, el miedo. "Si ella ha sacado un seis con ocho, que Dios nos pille confesados". Avalancha de cincos y seises, murmullo generalizado. Vuelta al cotilleo: "Y P, un seis con ocho".

No miré a Profesor en toda la hora. Tampoco miré el examen. Tres preguntas: Tema a desarrollar, definiciones y una fotografía. Las dos primeras, clavadas. Ni una coma fuera de su sitio, ni una definición inventada. Miss Nueves, decían, escribía inspirada por los dioses.Y ahora, ¡un seis con ocho! Madre mía. "Lo está pasando mal, es normal. Un tumor, un ex, una sombra, amigos que ya no son amigos, el tío ese que se fue del colegio con el que dicen que se lía, mucha música de la Winehouse. Es el declive, es la futura Europa". Y yo, Miss Nueves, la inspirada, tenía unas ganas de llorar que me moría. La media, la media. Maldita media, y maldita fotografía en blanco y negro. Pensé que era un volcán, un Teide. Quise ver la lava flotando, el cráter. El perfecto cráter de volcán de arcilla y no era más que un río catalán. Una sombra, también, pero ¡del Ebro! Y yo, volcán, volcán, volcán, volcán. Pobre Profesor de Geografía. Seguro que quiso salvarme. Pensaría, ójala una mención a un río, o algo a lo que aferrarme para darle las dos décimas del notable y así librarla de la vergüenza del seis. La mediocridad en forma de número entero. Porque no, no. Nunca un buen verso tuvo seis sílabas. Nunca hubo seis apóstoles, ni seis campanadas, ni seis años de soledad. Nunca seis besos y seis flores, seis días y quinientas noches, nunca six days a week.

- P. Mírame. Llevas toda la hora mirando por encima de mí. 
Sesenta ojos en mi nuca. Oh, muchas gracias, Profesor. 
- ¿Eh? Perdón, Profesor. Estoy decepcionada con el resultado. Me había esforzado mucho. 
- No lo dudo. Lo del volcán...
Oh, gracias, de nuevo, amigo Profesor. Ventile mis miserias volcánicas, sí.  Dígales lo de la lava, el cráter, la chimenea y la cámara magmática. Cuénteles ¡oh musa! la historia del volcán de muchos senderos, y que mis homéricos amigos me conviertan en glosa y epopeya. 
- Ya. Me equivoqué.
Nadie dijo nada. Todos sabían que me estaba guardando seis lágrimas. 
- Abre el examen -me pidió Profesor- ahora dime cuánta puntuación tienes en el tema a desarrollar. 
- Cuatro de cuatro.
- Eres el segundo cuatro de cuatro que pongo en toda mi vida, P. 
- Gracias, Profesor. 
Pero no se lo agradecí ni un ápice. Tenía diecisiete años, y mi soberbia, ningún límite.

*
- La tasa de fecundidad en España es de 1,36. ¿Alguien me puede decir qué significa?
Levanté la mano. Mis asperezas con Profesor no iban a frenar mi codicia académica.
- ¿P?
- Significa que no se produce un remplazo generacional y que, por tanto, la pirámide poblacional se irá asemejando cada vez más a un rombo o incluso a una pirámide invertida.
- Exacto. Por eso, depende de vosotros y de vosotras que la sociedad española se rejuvenezca. Cada mujer debería tener, por tanto, dos hijos para asegurar ese remplazo generacional y garantizar el Estado del Bienestar.
Sonreí con suficiencia. Aquellas palabras las decía un hombre con pareja, sin hijos, y sin aspiraciones aparentes de tenerlos. Solté una risita.
- ¿Qué te hace gracia P?
- Disculpa, Profesor. Me llama la atención que nos aconsejes tener hijos, cuando tú no tienes ninguno.
No lo dije con intención de humillarle. La clase, sin embargo, lo interpretó como un desafío y un par de alumnos aplaudieron mientras murmuraban "¡Uh! ¡Golpe bajo!".
Profesor se quedó helado. Respiró profundamente.
- Hace una semana, mi mujer perdió el hijo que esperábamos. Otra vez. 
Jarra de agua fría. Silencio sepulcral. Titubeé una disculpa.
- No pasa nada -me dijo, cortante- no lo sabías. 

*
- ¿Te vas a presentar a Geografía en Selectividad, P.?- me preguntó Profesor.
- No creo- respondí- Haré el examen de Historia del Arte.
- Plantéatelo. No te ha ido tan mal en mi asignatura.
Le estuve dando vueltas y, al final, me apunté a los dos exámenes. Estudié Arte durante dos semanas y media. Los apuntes de Geografía los dejé para el día antes. Era un riesgo pero, en el fondo, no pensaba hacerlo. Comí en la cafetería de la Facultad de Derecho con un par de amigos que sí se presentaban. No sé cómo pero me convencieron. Entré en el aula, tomé el examen. Y allí, allí estaban. Allí estaba el tema del cuatro sobre cuatro, mis pirámides poblacionales,  los climogramas y el mismo río que arrancó mi capa de Superman. Profesor había acertado todas las quinielas. Saqué un nueve con ocho sobre diez. Tres meses después una Presidenta autonómica rubia me daba una cuantiosa beca. Gracias a ella -a la beca y no tanto a la Presidenta- viví en otro continente y dejé el lastre de la soberbia y de la codicia académica. 

*

Hace un par de años, sin embargo, se me ocurrió mandarle un e-mail a Profesor dándole las gracias de nuevo. Me contestó inmediatamente. "Fuiste una alumna modelo en muchos aspectos, y destacaría la bondad natural. Por lo que yo experimenté, eras ecuánime, asertiva y solidaria. Sigue así."
Pese a todo. Pese a mis diecisiete años, mi soberbia, mi estupidez. Él había confiado en mí, en mi bondad y en mi juicio. Al leerlo, se me cayeron un par de lágrimas. Bueno, quizá fueron más. Quizá fueron seis. 

Comentarios

  1. Uff, madre mía, qué texto. Te estoy dando un aplauso ahora mismo. Unos cuantos. Más de seis, eso seguro. La espera para leerte merece la pena, ya lo creo.
    Un abrazo enorme y felicidades.

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  2. Mentiría si dijera que no he soltado un par de lágrimas al final... A veces es difícil encontrar a alguien que confíe en ti, o que al menos nos dé ese empujoncito que necesitamos para crecer.
    Con el paso del tiempo nos damos cuenta de quiénes nos ayudaron a ser quienes somos (en mayor o menor medida) y dar las gracias nunca está de más. De hecho a mí me gustaría dárselas a una profesora que tuve de Lengua, porque sin ella no sería quién soy.
    Esperando leerte con más ganas si cabe
    Un saludo

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  3. me encanta el haberte hallado

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  4. Hola (;
    Ícarus. Muchas gracias por tus palabras. La verdad es que no me convencía nada esta entrada: demasiado larga, demasiado sentimental, y además me deja en (bastante) mal lugar. Pero, necesitaba contarlo. Desde el principio. Durante mi adolescencia las opiniones que más llegaron a importarme fueron las de mis profesores. Por eso creo que es tan sumamente importante caer en las buenas manos de un profesor con la suficiente clarividencia para distinguir lo 'temporal' (la absurda valentía adolescente, la soberbia etc) de lo 'permanente' la bondad natural, la justicia y el buen hacer de cada uno.
    No sé si he conseguido transmitir eso con mi historia. Aún así, me alegro de que te haya gustado.
    M! Cero lágrima, eh. Te animo a que le des las gracias a tu profesora de Lengua. Yo lo hago, cada día.
    Recomenzar. Bienvenida! (;

    Un abrazo a todos,
    P.

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  5. Acabo de llegar, y tenías otro post pero la fuerza de ¡Oh capitán, mi capitán! me vención y yo dejé que lo hiciera.

    Me gusta tu forma de redactar, y de contar las cosas.

    ¡Feliz fin de semana!

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  6. Hola Tania,

    Mil gracias por tus palabras. Bienvenida a este rinconcito (;

    Un abrazo,
    P.

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